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“Auka, hastiado de comer, pudo observar como su padre, con sus hermanos, (primos), bebía, y más se alegraba y más bailaba. Entonces solo por su curiosidad, deseaba saber de qué se trataba ese brebaje sagrado, reservado solo para los adultos y con discreción tomo una las vasijas con aquel contenido que había olvidado uno de los danzantes que yacía tirado cerca de un tronco. Se llevó el recipiente a su boca, alzó su vista hacia el cielo y de un trago bebió todo su contenido. Al mirar las estrellas entre las hojas de los árboles sintió que todas las estrellas encendidas estaban en su garganta, y chispeantes … a su estómago. El sol se había quedado pegado a su boca y se mecía en su lengua, quiso correr al Lago del Tigre para beberlo todo, pero cuando bajó la vista, sintió que todos los espíritus habían entrado en él. Una fuerza inconmensurable se había apoderado de sus brazos y piernas, caminó hacia el fuego, sintió que si se zambullía entre sus llamas sentiría un poco de fresco, pero a su paso salió ella, Alya, que lo miró dulcemente. Los ojos de Auka chispiaban, ella lo miró extrañada, nunca había visto esa mirada en un muchacho, la inquietó, pero le gustó. Sabía que algo bueno había en esa expresión.
Auka, la tomó de la mano, tiró sin permiso de su brazo y comenzó a correr hacia el Lago del Tigre».
